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Hasta Que La Muerte Nos Separe

Hace ya muchísimo tiempo, existió una joven llamada Elizabeth, cuyo padre tenía grandes
riquezas, siendo una de las personas más importantes de aquel entonces. Como tal, aspiraba que
su única hija se casara con un hombre de alta clase, para que ella pudiera seguir manteniendo una
posición privilegiada como lo había hecho hasta entonces.


No obstante, Elizabeth terminó enamorándose perdidamente de un muchacho llamado Andrés,
quien de igual manera le correspondió. Este joven no tenía mucho dinero y por eso el padre de la
chica se opuso terminantemente al matrimonio.


Elizabeth se puso tan triste que huyó de su hogar, corrió hasta quedarse sin fuerzas parando en un
bosque cercano.


Cuando Andrés se enteró de que había desaparecido, se puso a buscarla por toda la ciudad,
recorriendo calles y puentes; una vez que llegó al lugar en donde su amada se ocultaba, se aferró a
ella apretándola muy fuerte contra su pecho y en ese instante era demasiado tarde. Elizabeth
agonizó en sus brazos, para finalmente morir.


Fue tanto el dolor que sintió el joven, que no quiso separarse de ella nunca más. Andrés se
construyó una casa de madera bajo las aguas del río que corría muy cerca de allí. En ese sitio
levantó una presa para separar las aguas y colocó una tumba para Elizabeth, a quien nunca dejo de
amar, a quien nunca dejo aunque la muerte los separó.


Pasaron tantos años de sufrimiento por no ver a su amada, años en los que sentía una profunda
tristeza, un profundo e insaciable vacío. Sentía que su cuerpo ya no era el mismo, sus músculos
eran más flácidos y sus huesos más débiles, la piel más arrugada que la última vez que se vio en el
espejo, no entendía por qué los años habían pasado tan rápido y por qué no había tenido la fuerza
y la valentía suficiente para defender ese amor tan bello, puro y sincero, si en ese entonces tenía
tan sólo veinte años de edad. Su cabeza tenia tantos pensamientos confusos y mezclados que
decidió dar un paseo, encontrándose con un bello árbol de cerezo, se acercó lentamente, ya que
por un momento le recordó la belleza de Elizabeth, y le pidió que hicieran un pacto: “si me
permites ver a mi amada Elizabeth una última vez, yo te entregaría mi alma sin decir una sola
palabra, sin refutar ya que es mucho el remordimiento de no haberle dicho que la había amado
durante toda mi vida, con todas las fuerzas de mi ser”.


Suspiró profundamente anhelando sentir su presencia, ver sus ojos que parecían dos estrellas
brillantes, una sonrisa angelical que podía transmitir alegría y serenidad, era tal belleza que poseía
aquella chica que no se podía describir con palabras.


Al día siguiente, después de una noche de melancolía y frustración, alguien toca su puerta, al
abrirla ve la silueta de una mujer, él desliza su mirada de pies a cabeza encontrándose con esos
ojos hermosos que nunca olvidó; de su boca no podía salir palabra alguna, estaba totalmente
anonadado y no dejaba de preguntarse ¿acaso es un fantasma? ¿Esto es un sueño? ¿La soledad
me está volviendo loco? ¡No puede ser posible! ¡El cerezo ha cumplido mi deseo! ¿Será esto
verdad? ¡Escucho su voz cálida y dulce!, ¡eso quiere decir que esto no es mentira! ¡Que no estoy

soñando! ¡Que esto no es fruto de mi imaginación! ¡Que esto es real!, ¡Elizabeth volvió a mis
brazas nuevamente!, puedo volver a sentir su cabello rozando mi rostro y sus brazos rodearme.

Después de expresarle su amor a Elizabeth y saber que realmente era ella, su corazón se inundó
de alegría y felicidad. En ese instante recordó las palabras exactas que él le había dicho al árbol de
cerezo. Entonces reflexionó ¡que idiota! ¿Por qué no le había pedido que se quedara con él por el
resto de sus días? Entonces abrazó a Elizabeth para sentir su calor, el calor de su cuerpo para
sentir que estaba viva todavía. Esa noche durmió profundamente sabiendo que había vuelto a ser
feliz. Al despertar descubrió que Elizabeth no estaba.

Salió corriendo en busca del cerezo para que le devolviera a su amada, pero luego escuchó una voz
muy gruesa y tenebrosa que le respondió riendo: “ja, ja, ja, tú me pediste VERLA no vivir con ella lo
que te quedaba de vida, por eso debes primero pensar antes de pedir algo”. En ese instante el
cerezo tomó su alma dando cumplimiento a su pacto.

FIN

 Sheilyn Tatiana Duarte Alzate

Grado 7°10

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